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¿Qué pasó con The Flower Shop?

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Un galpón floral, un espacio oculto a plena vista. En la avenida Amazonas, frente al Parque Bicentenario, se ubicaba un venue secreto donde se desarrolló una importante parte de la escena electrónica hace unos años.

Para quienes son más nuevos en la comunidad, este nombre, The Flower Shop, tal vez no signifique nada. No obstante, las personas más antiguas de este movimiento recordarán este espacio como un eje fundamental que trajo vitalidad a la escena en Quito. Fue lugar de encuentro para los amantes de la vida nocturna y la música electrónica, que dio acogida a sin número de eventos con la participación de deejays locales e internacionales, llegó a formar parte esencial del circuito local. El estilo musical que se presentaba era house, deep house, tech house, techno, entre otros.

 

Tara Hug, a quien se proclamaba la primera DJ mujer del Ecuador, abriría las puertas de la bodega de su floristería, un galpón que contaba con una ventilación adecuada para el mantenimiento de su producción florícola y para disfrute de los visitantes nocturnos. El lugar era muy accesible debido a su privilegiada ubicación geográfica, que además, en frente tenía un parque; no tenía vecinos que se quejen del ruido. El tratamiento de sus muros y varios filtros de acceso hacían que el sonido no escape hacia el exterior. Si es que esto fue hecho para el cuidado de sus flores o para organizar eventos clandestinos, es algo que nunca sabré. Ante la carencia de ventanas, la percepción del tiempo era dilatada, uno podía salir de ahí a las 9 de la mañana sin darse cuenta que ha transcurrido toda la noche. A medida que frecuentaba más The Flower Shop, tenía acceso a espacios más íntimos. Descubrí que había más pistas de baile en los pisos superiores. Yo era joven y esto era un sueño hecho realidad para mí: un lugar donde se podía vivir el after del after.

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Como el Edén, este paraíso no duró para siempre. Este oasis en medio de un desierto fue solo un espejismo. No voy a adoptar una postura ‘curuchupa’ porque sé que la vida nocturna promueve el uso de ciertas sustancias y hábitos. Pero, en un punto, sentí que ya no se trataba de la música. Puede ser porque esta locación secreta estaba ubicada cerca de burdeles, o no, que me encontraba rodeado de una atmósfera a la que no estaba acostumbrado que me incomodaba mucho y me hacía sentir inseguro. Dejé de asistir a este lugar y le perdí el rastro. Poco después, me enteré que estaba cerrado. A pesar de los rumores, nunca supe la verdadera razón por la cual cerraron este lugar.

 

Aquí escuché por primera vez a artistas que allanaron el camino por el que transitamos actualmente hacia una escena consolidada, artistas amigos que ahora conozco personalmente. Aquí tuve mi primer contacto con la comunidad, que hoy vive un crecimiento ferviente, a la cual pertenezco con orgullo. Aquí tuve mi primera decepción por el camino que puede tomar una buena intención cuando se pierde el norte, así que, conozco bien cuando algo carece de esencia. Sin embargo, creo que todo ha valido la pena para gestar una industria emergente.

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